La epilepsia es el problema neurológico más frecuente en medicina veterinaria y se presenta con una prevalencia de entre el 0.5 y el 5.7% en perros y el 2-3 y el 5% en gatos, pudiendo alcanzar cifras mayores en determinadas razas en las que se sospecha un origen genético. Es además, una situación que genera nerviosismo en el propietario y en el veterinario que se enfrentan a un animal con epilepsia. De hecho, la calidad de vida de los propietarios de mascotas con epilepsia es motivo de estudio por parte de los especialistas en neurología veterinaria, por lo tanto, la obligación del médico veterinario y el especialista en neurología es conocer al máximo la enfermedad, sus causas y cómo tratar a los pacientes, para transmitir la mayor seguridad y tranquilidad a la hora de abordar un caso de epilepsia.
¿QUÉ ES UNA CRISIS EPILEPTIFORME?
Una crisis epiléptica se define como la manifestación clínica de una actividad neuronal anormal, excesiva e hipersincrónica, que se origina en la corteza cerebral. Toda manifestación que aparece de forma repentina (paroxística), de corta duración (menos de 2-3 minutos), que no puede ser interrumpida y con recuperación total o parcial (autolimitante) pasado un breve espacio de tiempo, es susceptible de ser considerada una crisis epiléptica, independientemente de las características que presente (rigidez, movimientos convulsivos, cambios de comportamiento e incluso periodos de ausencia).
La crisis epileptiforme es un signo clínico, no una enfermedad en sí. Existen multitud de causas que pueden provocar crisis epilépticas y, llegar a determinar el origen, es fundamental para lograr un control eficaz de las crisis, así como tratar la enfermedad subyacente que pueda provocarlas.
Existen diferentes clasificaciones atendiendo al tipo de crisis, la frecuencia con la que se presentan o el origen fisiopatológico, y estas clasificaciones van cambiando de forma muy dinámica con los años. Actualmente, la epilepsia se divide en idiopática (genética o de origen desconocido), estructural o reactiva. No obstante, de forma práctica y para afrontar el diagnóstico diferencial de epilepsia, es útil utilizar las siglas VITAMIND (Vascular, Inflamatorio, Trauma/Toxico, Anomalía congénita, Metabólico, Idiopático, Neoplásico, Degenerativo) e incluir el origen según sea EXTRACRANEAL (Metabólico, Tóxico) o INTRACRANEAL (Vascular, Inflamatorio, Anomalia congénita, Idiopático, Neoplásico).
¡LLEGÓ EL MOMENTO… MI PACIENTE ESTÁ CONVULSIONANDO!!!
Es importante conocer la historia clínica y reseña del animal, donde habita, desparasitaciones, acceso a tóxicos, posibles traumatismos (actuales o pasados) y toda la información que pueda orientar hacia una posible patología subyacente. La exploración física debe realizarse de forma meticulosa al igual que la exploración neurológica. Una exploración neurológica normal no descarta lesiones estructurales a nivel intracraneal puesto que existen áreas no explorables en el examen neurológico en pequeños animales.
La rapidez con la que se debe actuar dependerá de la gravedad de las crisis. Atendiendo a la frecuencia, las crisis convulsivas pueden presentarse aisladas, como crisis en racimo (más de una crisis en 24 horas) o status epilepticus (crisis mantenida durante más de 5 minutos o dos crisis sin recuperación del estado de consciencia). Si el paciente está convulsionando en el momento de la consulta, el veterinario deberá actuar y realizar la anamnesis tras haber estabilizado al animal. El status epilepticus es una situación de emergencia.
Tras descartar de la historia clínica posibles causas externas como intoxicaciones, la primera línea de investigación es realizar análisis sanguíneo completo. Enfermedades que cursen con disminución de glucosa, alteraciones electrolíticas, enfermedades hepáticas o renales graves pueden cursar con crisis epileptiformes. Igualmente, enfermedades endocrinas que alteren la coagulabilidad de la sangre (hiperadrenocorticismo, hipotiroidismo) pueden de forma secundaria provocar accidentes cerebrovasculares y desencadenar las crisis epilépticas. Es crucial conocer el estado metabólico del paciente y comenzar el tratamiento de las posibles alteraciones. Pruebas específicas de funcionalidad hepática o medición de hormonas pueden requerirse dependiendo de los hallazgos iniciales. Además, deben realizarse radiografía torácica y ecografía abdominal, con el objetivo de conocer posibles alteraciones estructurales en órganos internos. Mediciones de presión arterial o estudio ecocardiográfico pueden igualmente requerirse si el examen físico y las pruebas iniciales así lo indican.
Por último y para alcanzar el diagnóstico definitivo, es necesario realizar pruebas de imagen avanzada como Resonancia Magnética (RM) y completar con el análisis de líquido cefalorraquídeo (LCR) si así lo requiere el caso (recuento celular en fresco, medición de proteínas y citología). Aunque el uso de Tomografía Computerizada (TC) está extendido en medicina veterinaria para valoración del encéfalo, no es la prueba de elección para el diagnostico de epilepsia, ya que determinadas patologías pueden pasar desapercibidas y ser sub-diagnosticadas.
El electroencefalograma (EEG) en medicina veterinaria tiene un uso limitado a determinados centros especializados y en investigación, sin embargo, el electrodiagnóstico sería la técnica definitiva junto con la imagen para el diagnóstico de epilepsia.
SI PERO, MI PACIENTE SIGUE CONVULSIONANDO… ¿CÓMO ACTÚO?
Tratar la causa subyacente: hipoglucemia, hipertensión, meningitis, tumores intracraneales… Y el uso de fármacos antiepilépticos.
Existen en el mercado diversos fármacos antiepilépticos para uso veterinario. Es difícil establecer un protocolo fijo para el tratamiento de las crisis convulsivas, ya que la patología subyacente del individuo (hepatopatías, pancreatitis) y la disponibilidad horaria y económica del propietario entre otras causas, pueden hacer inclinarse al clínico por un determinado fármaco u otro.
Sin embargo, se ha establecido como fármacos de primera elección el uso de fenobarbital e imepitoina, con eficacia comparable y rango de seguridad mayor para la imepitoina que para el fenobarbital. Es importante conocer el manejo de este fármaco (fenobarbital) para no provocar efectos secundarios permanentes y a largo plazo en el individuo. Segunda y tercera elección o en politerapia (levetiracetam, bromuro potásico, zonisamida…). Casi el 50% de los pacientes epilépticos son refractarios al tratamiento.
Nuevas líneas de investigación se abren para el tratamiento de la epilepsia. La alimentación, con piensos que contienen ácidos grasos de cadena media, empieza a ser una herramienta fundamental como coadyuvante de la terapia antiepiléptica, así como la valoración neuropsicológica del paciente ofrece un soporte al uso de fármacos antiepilépticos.
Araceli Gamito Gómez
Servicio de Neurología y Neurocirugía
GUADIAMAR Servicios Veterinarios de Referencia
Buenos dias mi perro es epileptico desde que tiene 10 meses y a día de hoy tiene 3 años y medio y aún teniendo 4 medicaciones distintas mas el protector hepatico le sigue dando cada semana aproximadamente. Sería recomendable repetirle las pruebas?? Gracias